Si en 2013 la ciencia ficción por fin vio llegar un ejemplar digno de aplausos con la polisémica «Her» de Spike Jonze, en 2014 podemos estar satisfechos con el género gracias a la nueva maniobra del francés Luc Besson con la recién estrenada «Lucy«. ¿Qué pasaría si accidentalmente nuestro organismo absorbe una potente dosis de una sustancia que aumenta la capacidad cerebral?
La película nos narra la suerte de una estudiante norteamericana en Taipei, China (Scarlett Johansson) quien se ve forzadamente involucrada en un negocio de drogas, haciendo de mula para un traficante muy, pero muy malo, interpretado por Choi Min-sik (Old boy). El hecho es que la sustancia es mucho más que un potente alucinógeno, es una solución que revoluciona la inteligencia, incrementando geométricamente el escaso «10% que utilizamos de nuestro cerebro».
Es así como producto de un derrame de la carga psicotrópica escondida en su abdomen, una nueva «Nikita» comienza a mutar desde una simple homo-sapiens a una especie de super-mujer que evoluciona rápidamente hacia el 100% de uso de capacidad cerebral. Y es aquí cuando vemos la mano del director francés y lo que mejor sabe hacer: lograr que empaticemos con una máquina de matar, de máxima eficiencia y precisión, óptimo razonamiento y control emocional, que se abre paso entre pistoleros mucho más malos que ella. Lo anterior, para cumplir una misión fundamental: lograr sobrevivir para concluir su transformación, que la llevará inevitablemente a un nirvana de conocimiento en el que estarían las claves de toda existencia física.
Entre ráfagas de biología evolutiva, las reflexivas apariciones de un veterano científico (Morgan Freeman) y la transformación de la sensual Lucy hacia la performance neuronal total, la película logra envolvernos en una nueva aventura de hiper-evolución humana pero esta vez en clave Besson. Con policías franceses que se coordinan en toda Europa, personajes caricaturizados hasta la parodia y una exageración del mal propia de un cómic.
Con estos recursos, vemos, entre otras cosas, una mezcla de momentos de El Origen, Matrix, El Perfecto Asesino, El Quinto Elemento y Nikita. Podríamos aventurarnos incluso a relacionarla con el último «viaje» de Spike Jonze. En algún lugar del cine, «Lucy» podría ser la secuela de «Her» ¿Acaso la fase final de nuestra heroína no es un estado similar al de la encantadora «Samantha» que consigue que un solitario escritor se enamore de su sistema operativo? ¿Acaso las inteligencias de ambas no son sino una incontrolable implosión de complejidad y autopoiesis sin límites? La desmaterializada Scarlett Johansson de quien solo escuchamos su voz en «Her», es ahora materia en «Lucy» para luego, volver a la desmaterialización. A la ubicuidad. Al hiper-tiempo. Al hiper-espacio. Imaginario que, junto a la fusión de lo sintético y lo orgánico, se está haciendo cada vez más recurrente en el cine de ciencia ficción, o de neurociencia ficción en nuestro caso, que aprovecha la creciente interconectividad humano-máquina para jugar y remezclar toda clase de predicciones evolutivas.