Fueron meses en los que buscaron financiamiento y trataron de fichar a buenos profesores, para plantear un curso de calidad.
Y la gente que se interesó en él lo entendió así. De los 60 postulantes, sólo 23 fueron admitidos. Se dejó a los "escritores de corazón", quienes tendrían la posibilidad de echar a volar la imaginación y, junto con eso, dar rienda suelta a su pluma para que manaran de ella grandes historias.

Nueve meses de espera para dar a luz

Más que de espera, de arduo trabajo. En abril comenzaron las clases para el heterogéneo grupo de futuros autores, integrado por personas de distintas profesiones y edades. Todos aprovecharon los talleres de fundamentos de dramaturgia creativa, a cargo de David Benavente; de escritura del texto dramático, comandado por Deborah Baron (guionista y profesora de las universidades de California y del sur de California); y de realización grupal del texto dramático, dirigido por Héctor Noguera para teatro y Domingo Garrido para cine.

De verdad fue un duro trabajo. No se trataba de adaptar algo escrito por otro autor, sino de ideas originales e individuales que debieron ser trabajadas durante mucho tiempo. Escribieron una y otra vez. Borraron y borraron, y también escucharon al resto del grupo, que fue el primer juez de cada texto porque, si bien se trató de un sistema muy personalizado de enseñanza, la idea era compartir las ideas y exponerlas ante los compañeros, de modo que se recibieran críticas y aportes. Gracias a la retroalimentación -con grandes cuotas de motivación e

inteligencia- entre los alumnos del diplomado, pudieron llegar a textos dignos de ser mostrados.

Recién a comienzos de enero de este año, la nueva hornada de escritores pudo dar a luz textos frescos, pulidos, actuales y muy interesantes y se acercaba el tiempo en que se seleccionarían dos de ellos, uno de teatro para hacer un montaje y uno para cine, que sería llevado a la pantalla.

Al menos esa era la idea inicial, pero tras una evaluación se concluyó que lo mejor en términos de finalización de una etapa y lo más justo para todos era que se mostraran todos los textos terminados. Y nada mejor que hacerlo a través de unas lúdicas lecturas dramatizadas.

Una mezcla de nervios y emoción se apoderó de los nuevos autores a medida que se acercaba el plazo de presentar su obra en sociedad, hecho que pondría el broche de oro al proceso de aprendizaje.

Yo opino...