Es común, de un tiempo a esta parte, observar efervescentes críticas acerca de los medios de comunicación en regímenes como los de Cuba, Venezuela o la mítica Corea del Norte de Kim Jong Un, los cuales se desempeñarían en función de éstos y con el claro objetivo de, al menos, esconder una realidad. Pero, a partir de esto, es necesario preguntarnos: ¿Es distante dicha realidad a la de países con Estados Democráticos?
Desde el otro extremo, en nuestra realidad inmersa en Estados democráticos, la vinculación cotidiana parece habernos provisto de altas dosis de ingenuidad, ya que dichos defensores de la autonomía de los medios de comunicación y, la ciudadanía en general, hace alarde de las libertades de prensa de los cuales se sienten orgullosos, pasando por alto “como los medios de comunicación constituyen herramientas que actúan en función de los principios capitalistas imperantes y de su afán por alcanzar el poder hegemónico” (Rodríguez, D.; Opazo, M. 2007:268).
Bajo dicho contexto, la Escuela de Frankfurt aparece como un gran y lúcido representante crítico de cómo los individuos se relacionan con los medios de comunicación, emergiendo así el concepto de sociedad de masas, descrita por la Teoría Crítica como una masa amorfa, que recibe en forma pasiva los estímulos y que se encuentra absolutamente dominada por las élites. Es así como la crítica a los medios de comunicación de los regímenes de Cuba o Norcorea pasa a ser dicotómica en cuanto no sería diametralmente opuesta a la utilizada por países como el nuestro o como las de cualquier democracia occidental , ya que ambos tienen capacidad e intenciones de construir realidad social y política, desempeñando, finalmente, un control ideológico mediante la Industria Cultural, es decir, como un “sistema unificado de los medios de comunicación que regulan la dominación simbólica” (Rodríguez, D. y Opazo, M. 2007: 268). Basta con citar el ejemplo de concentración de medios que posee COPESA en nuestro país, con 7 medios escritos (entre diarios y revistas) y 6 radios.
Para materializar lo anteriormente dicho y vincularlo a la cotidianeidad podemos citar como ejemplo la información y noticias publicadas sobre las bombas detonadas en Santiago en las últimas semanas. Palabras como “terrorismo” y “anarquismo” forman parte del lenguaje instalado en días recientes a partir de la detonación de bombas en el Metro de Santiago y la lamentable muerte de un joven a causa de las mismas; dicha información ocupa portadas en los diarios y el mayor tiempo de los noticiarios, los cuales promueven el discurso hegemónico de aumentar la seguridad y penas, aumentando también el temor entre la población. Si analizamos, por ejemplo, la cobertura de los periódicos o la televisión en relación a este caso, podemos citar a Bourdieu, el cual se refiere a los noticiarios en televisión de la siguiente manera: “una parte de la acción simbólica de la televisión, a nivel de los noticiarios, por ejemplo, consiste en llamar la atención sobre unos hechos que por su naturaleza pueden interesar a todo el mundo, de los que cabe decir que son para todos los gustos” (Bourdieu, P. 1996: 22).
Con esto no queremos sostener que dichos bombazos sean sólo construcciones de los medios de comunicación, lo cual sería tan fantasioso como lo que hemos acusado, pero los fines ideológicos de dichas coberturas tampoco pueden ser negadas, ya que -como lo muestra la portada del diario La Segunda en la foto-, un simple titular puede evocan contextos históricos o crear determinadas sensaciones, acciones y pensamientos en quienes reciben el mensaje. La cobertura, el fondo y la forma en cómo ha sido cubierta la noticia en cuestión nos viene como un balde de agua fría para enrostrarnos que las palabras crean realidad, y son transmitidas e instaladas en la audiencia (conformada por grupos mayoritarios) para cumplir con los fines últimos que orientan las acciones de los medios de comunicación de la cultura dominante.
En definitiva, podemos concluir que la crítica neoliberal al control de los medios de comunicación por parte de gobiernos como los de Venezuela o Cuba no atiende a sucesos que se alejen de la realidad de países que “gozan” de democracia, ya que “la influencia que el campo periodístico y, a través de él, la lógica del mercado ejercen sobre los campos de producción cultural, incluso los más autónomos, no constituye en modo alguno una novedad radical: se podría establecer sin dificultad, con textos de escritores del siglo pasado, un cuadro absolutamente realista de los efectos más generales que produce dentro de estos universos protegidos” (Bourdieu, P. 1996: 102). Es decir, la distancia entre unos y otros sería bastante menor a la estimada en la realidad política y social que nos han implementado.
Citas:
-Bourdieu, Pierre (1997). “Sobre la Televisión”. Barcelona, Anagrama.
-Rodríguez, Darío; Opazo, Pilar (2007). “Comunicaciones de la Organización”. Ediciones Universidad Católica de Chile.
Bien Paula, buen tema y muy contingente por lo demás.
Es interesante el tema que abordas; el control de los medios de comunicación. Pero falta conceptualizar más lo que entenderemos por control y diferenciarla de monopolización y de la poca diversidad de contenido.
Entiendo y comparto el punto de que muchos liberales critican el proceder del Estado en países como Venezuela o Corea del Norte, sin embargo no reflexionan sobre la manipulación mediática en los países donde no hay mas control que el del mercado. Ese precisamente es el punto, en países donde el Estado manipula los medios, el contenido es controlado como un objetivo (político) buscado, mientras que en el mercado se ve manipulados “sólo” por que los medios funcionan bajo una lógica de mercado y Bourdieu (1997) lo explica prolijamente en “Sobre la televisión”. Pero es esta lógica de mercado un objetivo buscado, o mejor dicho la manipulación “oligárquica” de los medios de comunicación es un fenómeno tan natural a raíz del neoliberal mercado? ¿Que podrías reflexionar sobre eso?
Buen aborde de la temática. Saludos.